top of page
  • Humberto Moheno

Aunque sea por unos minutos.

Actualizado: 12 jul 2023



Aunque sea por unos minutos - Beto Moheno


El reloj unos días antes


Yo estaba en casa preparando mi expreso americano en la mañana. En la isla de la cocina tenía mi computadora con mi columna escrita. Lista para ser enviada y se publicaría en unas horas. Como cada miércoles, la releí, verifiqué que todo estuviera bien y la envié. Los años ya no me hacían sentir nervios por lo que las letras expresarían en cada mente, sabía que publicaría una opinión basada en una investigación pero que en este siglo XXI polarizado, cada persona lo interpreta según su estado de ánimo o según los últimos contenidos que consuman los últimos 5 días.


A mi edad, yo ya me dedicaba a escribir columnas de opinión y a coordinar el periodismo de investigación del sitio del que era colaborador. Una de las ventajas era que ya lo podía hacer desde casa.


El reloj unos años antes


Éramos grandes amigos. De esos que conviven todo el día en el trabajo y saliendo van por unas cervezas. Nos consideramos personas de confianza y quizás lo éramos. Íbamos con todo y contra todo. Contra el gobierno, contra los pederastas, contra los de izquierda que resultaban ser más de extrema derecha que nada. Lo hacíamos sin miedo.


Un día, él cambió. Dejó de hablar y cambió de medio. Ya no escribía.


El reloj hoy


No veo nada, pero al fondo de la habitación fría, que en realidad tiene forma de contenedor de carga, la tenue luz que entra por la puerta, me deja ver algo que no había observado, una pequeña caja de seguridad incrustada en el muro de acero, con un post it pegado en la cerraja de la caja. Doy los pasos que puedo dar por la cuerda que está atada al poste y sí, sí logré llegar. Al hacerlo, veo que es intencional. “Ábreme” dice. La logro abrir y lo encuentro. Encuentro una linterna y unos documentos.


El reloj unos años antes


El se fue. Me dijo que se retiraría. Que había recibido amenazas de “los señores de arriba”. De los que tienen el poder y mueven el hilo de la historia del mundo. Esos que pertenecen a la punta de la pirámide. Los que escogen qué escándalo, qué tendencia social, que partido político y qué candidato será el nuevo para distraer a la sociedad mientras ellos, se siguen haciendo millonarios.

El reloj hoy


Los tengo, los documentos. Los tengo en mis manos. No son solo lo que yo pensaba. Uno de ellos pedía mi silencio. Era una carta que me habían mandado hace unos años hasta mi casa en un sobre negro que decía “¿Cuánto vale tu silencio?”. Como no tenía hijos y ya no tenía pareja, no me importaba y valía más mi voz. Cuando lo recibí, lo guardé en un cajón y seguí trabajando como todos los días. Es ese mismo sobre con la misma nota entre los documentos guardados en esta caja. Eso no me sorprende, incluso me da risa. Pero… hay otro que lo cambia todo. Uno que dice “CONFIDENCIAL”. Como todo lo prohibido, lo quiero hacer, en este caso, leer.


Y lo hago. Estes documento prueba que el gobierno no solo estuvo involucrado en el soborno que llevó a mi captor a mi encierro (unos pobres cinco millones de dólares por hacerlo), sino que también revela que han estado perpetrando actos de corrupción masiva y violaciones a los derechos humanos.



El reloj unos días antes


Mi colaboración, mi columna hablaba de un tema nuevo, de una tendencia del año. El espionaje. De cómo el gobierno y grandes empresas privadas utilizan softwares de espionaje con los que pueden entrar a tu celular y escucharte, verte, ver tus correos, tus fotos, manipular, manejar tus cuentas bancarias. Violarte en pocas palabras. De evidencias que teníamos y como con esto han logrado expropiar a empresas, robar información y desaparecer del plano a quien les estorba ¿quienes? los del pico de la pirámide.


Aunque sea por unos minutos - Beto Moheno


El reloj hoy


Al final de estos documentos , hay otra nota: “Tu columna, esta vez, fue diferente” dice. “Sí, eres trending topic y mientras tu estás aquí, afuera ya hay protestas masivas y demandas de justicia por parte de la sociedad, Att: JM"


Dejo el papel, apago la luz de la linterna: “JM” y pienso en... ¿JayMe?"


El reloj unos años antes


JayMe se fue. Se fue para trabajar en el gobierno. Me dijo que en esta vida todos éramos por momentos ángeles y por momentos demonios, le tocaba ser el demonio. Trabajar en la casa del enemigo


El reloj unos días antes


Ya publicado mi artículo, empecé a recibir mensajes de felicitaciones por parte de otros colegas. En las redes sociales lo mismo; unos me felicitaban y la oposición me hacía memes con Robotina dándome una cachetada. Yo simplemente me reía.


Sonó el timbre de casa, cometí el error de no ver la cámara, abrí y un puño me saludó en la cara. Me segó la vista, me pusieron un gorro negro y no vi nada hasta llegar a un cuarto totalmente negro.


El reloj hoy


La puerta se vuelve a abrir. Espero que sea mi lata de atún pero algo cambió. Esta vez, prendieron la luz de todo el contenedor. Me duele la cabeza y cierro los ojos. Tardo varios segundos hasta poder abrirlos por completo nuevamente, lo puedo hacer, veo a un tipo frente a mi sentado en una silla y con un traje vestido, sí, es JayMe


“¿Sabes por qué estas aquí?” dice JayMe

“¿Por unos millones?" le contesto

“No… porque sinó, ya estarías muerto. Fui por ti para salvarte la vida."


El reloj en un futuro cercano


JayMe decidió ocultarme en un contenedor. Recibió el encargo del gobierno de capturarme, pero al mismo tiempo, el gobierno recibió la orden de un grupo empresarial de hacerlo. Nos encontrábamos en un puerto carguero, donde el contenedor se convertiría en mi única oportunidad de escape. Si salía, sería visto por el gobierno y capturado o algo peor. Sin embargo, si me quedaba en el contenedor, tendría suficientes latas de atún para llegar a Europa, donde podría comenzar una nueva vida, oculto pero con vida. Además, dentro del mismo contenedor, había una bolsa con cinco millones de dólares en efectivo, lo cual nos aseguraría una vida próspera y más.


Pero mi conciencia no podía aceptar esa elección. Convencí a JayMe de que no lo hiciera, de que debíamos hacer lo correcto. Juntos, salimos del contenedor sin teléfonos celulares, esos se fueron a la basura, con nuestros rostros cubiertos y llevando con nosotros todos los documentos y el dinero. Nuestro objetivo era claro: redactar la columna y enviarla al periódico, junto con una suma de dinero para "comprar" su publicación.


Al día siguiente, la columna fue publicada en el periódico y se volvió viral. La noticia se difundió en todos los medios, revelando cómo el gobierno y un grupo de empresarios habían solicitado mi captura. Lo sorprendente fue descubrir que mi amigo, quien en ese momento trabajaba para ellos, había sido el encargado de llevar a cabo esa misión. A cambio, le ofrecieron millones de dólares y le pidieron su silencio, es decir, pretendían asesinarme. Los documentos publicados exponían casos de espionaje del gobierno a empresarios, revelando expropiaciones y robos de datos.


Después de la publicación, JayMe y yo nos encontrábamos juntos en casa. En ese momento, le dije: "Sí, en esta vida todos seremos ángeles y demonios en algún momento, pero es mejor tener paz en la conciencia que tormento en el cielo".


El reloj en futuro un poco más lejano


Desde entonces, nunca más nos vieron. Desaparecimos por completo. No hubo más publicaciones, notas ni "me gusta". Nuestra presencia se desvaneció por completo en el abismo del anonimato. Nos convertimos en sombras que se desvanecieron en la oscuridad, ocultándonos de aquellos que aún buscaban venganza.


Sin embargo, nuestra lucha no terminó allí. A medida que pasaba el tiempo, descubrimos que nuestro acto de valentía había provocado una reacción en cadena. Las protestas masivas estallaron en todo el país, exigiendo justicia y transparencia. La sociedad despertó y levantó su voz en contra de la corrupción y los abusos de poder. Nos daban por muertos.


Aunque sea por unos minutos - Beto Moheno

La columna que habíamos publicado se convirtió en un símbolo de resistencia y verdad. Se extendió como un incendio forestal, alcanzando los rincones más remotos del país y partes del mundo. Los documentos que habíamos revelado fueron corroborados por investigaciones independientes, desatando una tormenta política y legal sin precedentes.


El gobierno y los empresarios que habían intentado silenciarnos ahora se encontraban en el ojo del huracán. Sus actos corruptos y violaciones a los derechos humanos fueron expuestos ante la mirada atenta de la sociedad. Los juicios comenzaron, revelando una red de complicidad y crimen que alcanzaba las más altas esferas del poder.


Mientras tanto, JayMe y yo nos manteníamos en la clandestinidad, vigilantes y siempre alerta. Sabíamos que aún existía el peligro de ser descubiertos, de que aquellos que temían la verdad intentaran eliminar cualquier rastro de nuestra existencia.


Sin embargo, nuestra determinación seguía intacta. Nos convertimos en guardianes de la justicia, ayudando a otros periodistas y activistas que también luchaban por la verdad. Nos infiltramos en las sombras, desentrañando las conspiraciones y exponiendo los secretos más oscuros. Siempre lo hacíamos a mano, enviando sobres negros de un lugar lejano hasta sus casas.


Pero la vida en la clandestinidad cobró su precio. La paranoia y la desconfianza nos acompañaban en cada paso que dábamos. Nuestros rostros cubiertos se volvieron máscaras de resignación y tristeza. A veces, nos preguntamos si alguna vez podríamos recuperar la normalidad, si algún día podríamos volver a ser quienes éramos antes.


A medida que los meses pasaban, nuestras acciones fueron olvidadas por muchos. La vorágine de la vida y las nuevas crisis tomaron el centro del escenario, relegando nuestra historia a los anales del pasado.


Finalmente, llegó el día en que JayMe y yo nos separamos. Cada uno siguió su propio camino, desapareciendo en la multitud. Prometimos mantenernos en contacto, pero la realidad nos alcanzó y nuestras vidas se distanciaron.


Hoy, en este futuro cercano, vivo en el recuerdo de páginas borrosas de la historia. Soy una sombra en la memoria colectiva, una figura olvidada en el juego de poder y corrupción, la cual ganó ya que logró distraer a la sociedad con algo nuevo, le llamaron “lenguaje inclusivo” y la atención social se fue con eso.



Aunque sea por unos minutos - Beto Moheno


A veces, cuando el reloj marca las horas más oscuras de la noche, cierro los ojos y puedo sentir el peso de la verdad en mis hombros. Puedo escuchar el eco de nuestra valentía resonando en el abismo del olvido.


Y aunque mi nombre se haya desvanecido en el viento, sé que mi lucha por la verdad y la justicia sigue viva en aquellos que se atreven a desafiar al poder. Mi legado perdura en cada periodista valiente y en cada persona que alza su voz contra la opresión.


Y así, en la oscuridad, mi historia continúa, un recordatorio de que incluso en las sombras más profundas, la verdad siempre encuentra una manera de brillar, aunque sea por unos minutos.



Aunque sea por unos minutos - Beto Moheno


 

¿O MEJOR NOS ESCUCHAMOS?



 

LA CANCIÓN DE LA HISTORIA




bottom of page